
La papa, una economía regional en jaque frente a la amenaza de importaciones chinas
la papa argentina, al borde del colapso
La producción de papa en la Argentina atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia reciente. Con miles de pequeños y medianos productores endeudados, precios de venta que no cubren ni la mitad de los costos y una sobreoferta que satura los mercados mayoristas, el sector papero se encuentra al límite. A este panorama desalentador, se suma una nueva amenaza: la posible importación de papas congeladas provenientes de China, que podría profundizar aún más la crisis.
Producción en caída libre
La campaña 2024/25 será recordada como una de las más adversas en décadas. Las condiciones climáticas golpearon especialmente a zonas clave como Córdoba, Tucumán, Villa Dolores y el norte de la provincia de Buenos Aires. Heladas severas, lluvias irregulares y falta de previsibilidad afectaron los rendimientos, pero el verdadero golpe llegó en la etapa de comercialización.
Hoy, el precio mayorista de la papa no alcanza a cubrir ni el 60 % de los costos de producción, estimados en más de USD 7.000 por hectárea. Algunos productores aseguran que apenas recuperan entre el 20 % y el 40 % de lo invertido. “Trabajar con papa es perder plata. Sembramos con créditos dolarizados y vendemos en pesos, a valores de hace cinco años”, se lamentó un productor bonaerense en diálogo con este medio.
Radiografía del sector
La Argentina produce anualmente entre 2,8 y 2,9 millones de toneladas de papa, en unas 80.000 hectáreas distribuidas a lo largo del país. Más del 85 % de esta producción se destina al mercado interno, ya sea para consumo en fresco o para procesamiento industrial. El consumo per cápita ronda los 52 kilos anuales, de los cuales 11 corresponden a papas industrializadas (fritas congeladas, escamas, etc.).
El corazón de la producción está en el sudeste de Buenos Aires, especialmente en Balcarce y Mar del Plata, donde se concentra el 55 % del total nacional. Le siguen Córdoba y San Luis (30 %) y provincias del norte como Tucumán, Jujuy, Mendoza y Salta.
El fantasma de las importaciones
Aunque hasta el momento no se han registrado ingresos formales de papas congeladas desde China, la posibilidad está latente. Diario SOL pudo verificar que en Chile, donde la apertura comercial avanzó con más rapidez, las góndolas ya exhiben productos asiáticos a precios entre un 15 y un 20 % más bajos que los europeos o estadounidenses.
En Argentina, la reciente flexibilización del régimen de importaciones, sumada a medidas como la suspensión de retenciones e IVA para alimentos importados, crea un terreno fértil para el ingreso de productos extranjeros, incluida la papa congelada.
El peligro es claro: una industria local desfinanciada y productores que ya trabajan a pérdida no podrían resistir una presión importadora en estas condiciones. “Competimos contra papas que vienen en barco, subsidiadas y sin pagar los impuestos que afrontamos nosotros. Así no hay modelo que se sostenga”, advirtió un dirigente de la Federación Nacional de Productores de Papa (FENAPP).
Una industria que apuesta al exterior
En medio de esta tormenta, las empresas procesadoras intentan marcar el rumbo con inversiones estratégicas. En Balcarce, McCain anunció una inversión de USD 100 millones para ampliar su planta y aumentar las exportaciones al Mercosur. Por su parte, Lamb Weston invertirá USD 320 millones en Mar del Plata para inaugurar una planta de última tecnología.
El objetivo es claro: posicionar al sudeste bonaerense como polo exportador de papas congeladas del Cono Sur. Sin embargo, esta expansión industrial no resuelve por sí sola la crisis del productor primario, que sigue atado a un mercado interno deprimido y con escasa rentabilidad.
¿Hay salida?
Desde el sector reclaman una política comercial inteligente, que combine defensa ante prácticas desleales con incentivos a la producción nacional. Entre las medidas solicitadas figuran:
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Establecimiento de licencias no automáticas o cupos para productos sensibles.
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Reintegros a las exportaciones.
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Créditos blandos para el productor.
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Herramientas de cobertura ante la volatilidad de precios.
Sin acciones concretas por parte del Estado, la próxima campaña podría marcar el retiro de cientos de productores pequeños y medianos. Y con ellos, no solo se perderán cultivos: también desaparecerán fuentes de trabajo, comunidades rurales enteras y parte de la soberanía alimentaria del país.