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Desde África hasta las calles de Oberá: La historia de Celes

“Siempre me pregunté qué siente un inmigrante”

Desde África hasta las calles de Oberá: La historia de Celes

“Siempre me pregunté qué siente un inmigrante”

Por Fredy Frank – FM Sol 89.3 – 25 de Mayo, Misiones


Hay historias que parecen escritas por el destino, con tinta de coraje y páginas de esperanza. Historias que nos cruzan en la vereda, nos miran a los ojos y nos enseñan en silencio. Una de esas historias es la de Celes, un inmigrante africano que hace seis años recorre las calles de Oberá con una sonrisa franca, un maletín al hombro y la gratitud de quien sabe lo que cuesta empezar de nuevo.


Celes nació en África, en un lugar donde se hablaba olof y francés. Trabajaba en el mar, ahorrando peso a peso, con un sueño latente: llegar a Argentina. “Allá no hay nada, ni para comer”, me dijo con una mezcla de tristeza y verdad. A los 25 años, después de conseguir una visa en Brasil y cruzar la frontera, llegó a Buenos Aires. Tenía hambre de futuro y una mochila cargada de esperanzas.


En la capital, conoció a un hombre de Oberá que le habló de este rincón de Misiones como si fuera un paraíso. Fue suficiente para tomar la decisión.

 

“Me vine a Oberá y me sentí bien desde el primer día”, recuerda.

 

Lo primero que hizo fue comprarse unas gafas y un maletín. Empezó a vender en la calle. Sin saber una palabra de español, fue aprendiendo con la gente, con cada "buen día", con cada sonrisa, con cada no y cada sí. Aprendió con los otros. Aprendió caminando.


Hoy tiene 33 años. Vuelve a África una vez por año para visitar a los suyos. Ese viaje cuesta entre 800 mil y 900 mil pesos, pero él lo hace porque no olvida de dónde vino. Dice que aquí se siente respetado, querido, acompañado. Y cuando le pregunto si es feliz, responde con una sonrisa que lo dice todo.


Siempre me pregunté qué siente un inmigrante. Tal vez se siente solo al principio, incomprendido, observado. Pero también, cuando el lugar que lo recibe lo abraza con respeto, se siente parte. Celes no solo encontró un nuevo país. Encontró una comunidad. Una calle que lo reconoce. Una vida que construyó a pulmón.


Que su historia nos ayude a mirar distinto al próximo rostro que encontremos vendiendo en la vereda. Que nos recuerde que todos, de alguna manera, somos viajeros en busca de un lugar donde ser.