
Después de recorrer el país, una familia entrerriana eligió Campo Grande para vivir
“Ni por un millón de dólares volveríamos al estrés de antes”, confiesa.
Roberto Noir dejó atrás su vida como maderero en Concordia tras una quiebra económica, reinventándose como cuchillero artesanal gracias a un maestro que le transmitió el oficio. Junto a su familia, recorrió el país en una casa rodante hasta radicarse en Misiones, donde combina su pasión por los viajes con la fabricación de cuchillos y el trabajo comunitario. Su historia refleja cómo el caos puede convertirse en oportunidad, encontrando en la naturaleza y la artesanía un nuevo propósito. Hoy, desde su chacra en Campo Grande, sigue llevando el legado de su mentor a ferias de toda la provincia.
Roberto Noir nació en Entre Ríos. Hasta hace una década todo giraba en torno a la actividad maderera. Sin embargo, para Roberto y su familia, su vida dio un giro radical cuando dejaron atrás su aserradero en Concordia, para embarcarse en una aventura que los llevó a recorrer el país. Finalmente, se afincaron en Misiones, en una chacra de Campo Grande. Hoy, convertido en artesano cuchillero, Roberto preserva el oficio que aprendió de un maestro que se lo transmitió mientras mantiene viva su esencia viajera.
Todo comenzó cuando un cliente los dejó en bancarrota con cheques adulterados en 2016. “Teníamos treinta empleados y tres camiones, de un día para otro lo perdimos todo”, relata Roberto a Canal Doce. Fue entonces cuando, junto a su pareja, decidieron vender lo que les quedaba, comprar una casa rodante y lanzarse a la ruta. “Nos dimos cuenta de que la vida no es solo trabajar para pagar deudas”, manifestó.
Durante sus viajes, conocieron a Eduardo Leguiza, un hombre de 78 años a quien le compraban cuchillos. A raíz de su edad, Leguiza le informó a Roberto que dejaría de fabricar cuchillos. Eduardo era el único proveedor de los cuchillos que vendían los Noir en sus viajes. Roberto le pidió al cuchillero que le recomendara alguien más a quien comprar cuchillos. El artesano le dio una respuesta que cambiaría su vida. “¿Y si los fabricas vos?”.
El maestro encontró un discípulo. “Él ya no podía martillar por la edad, pero me enseñó a forjar, templar y hasta hacer vainas de cuero”, recuerda Noir. Este aprendizaje no solo les dio un sustento, sino que evitó que se perdiera un oficio ancestral. “Ahora nuestros cuchillos llevan su legado”, afirma con orgullo.
Misiones los enamoró en uno de sus viajes, especialmente por su naturaleza y la calidez de su gente. “Mi señora tiene raíces aquí. Cuando vinimos, supimos que era nuestro lugar”, explica. Compraron una chacra en Campo Grande, lejos de quedarse quietos, siguieron viajando. “Hacemos ferias por toda la provincia y el país. Los fines de semana trabajamos, y entre semana exploramos pueblos”, detalla.
En Campo Grande encontraron el equilibrio perfecto
Aunque ya tienen un hogar fijo, el adquirido espíritu nómada se enraizó. Roberto y su familia combinan la artesanía con el servicio comunitario, ayudan a comunidades aborígenes y arreglan escuelas e iglesias. “Llevamos herramientas para ayudar donde haga falta”, dice. Para ellos, la felicidad está en esta libertad. “Ni por un millón de dólares volveríamos al estrés de antes”, confiesa.
Su historia es un testimonio de resiliencia y reinvención. Dejaron atrás la madera por el acero, la rutina por los caminos, y encontraron en Campo Grande el equilibrio perfecto entre raíces y aventura. “Eduardo (el maestro cuchillero que enseñó a Roberto su oficio) nos dijo: ‘Viví la vida, porque cuando quieras acordar, ya es tarde’. Y eso hacemos”, concluye Roberto, mientras afila un cuchillo en su taller, listo para la próxima feria.
Fuente: https://www.canal12misiones.com