
Crónica desde Beirut, la capital mediterránea que vive de espaldas al mar
El olor podría disuadir a cualquiera. El tufo a orina y basura en estado de putrefacción se mezcla con el aroma salado del mar hasta hacerle perder todo s...
El olor podría disuadir a cualquiera. El tufo a orina y basura en estado de putrefacción se mezcla con el aroma salado del mar hasta hacerle perder todo su encanto. A ese último perfume se aferran las decenas de personas que, como si de una religión se tratara, desfilan en procesión a orillas del Mediterráneo por la Corniche, el paseo marítimo de Beirut. Muchos beirutís admiran el mar, pero solo como fondo a sus retratos fotográficos. Unos pocos atrevidos, en cambio, se lanzan a su abrazo después de sortear el alambre y las rocas que separan las aguas marinas del encuentro con sus ciudadanos. Cada vez es más difícil bañarse. En la capital libanesa, la mayoría vive de espaldas al mar que les envuelve. Muchos incluso desconocen que Beirut tiene una playa pública de arena, sometida a la amenaza constante de la privatización y bañada por aguas residuales. Es casi una playa anónima.